Traducción Profesional en Documentos Legales. ¿Es Verdaderamente Importante?

A simple vista, teniendo en cuenta el tipo de mundo globalizado en el que convergemos las generaciones actuales, la de nuestros padres y aquellas que aún están por venir, y sus innumerables herramientas digitales, creeríamos que la máquina ha sobrepasado al ser humano de modo que no necesitemos de una ayuda especializada en muchos casos. Sin embargo, traducir de documentos legales es un proceso complejo que conlleva convertir documentos tales como certificados, declaraciones, contratos, acuerdos, testamentos, poderes notariales y sentencias judiciales, de un idioma a otro manteniendo la precisión, la coherencia, la cohesión y la validez legal del caso en cuestión. Se trata de una especialidad dentro del campo de la traducción que requiere tanto habilidades lingüísticas como conocimientos jurídicos además de tener la capacidad de navegar temas circundantes, dado cada caso, como lo pueden ser textos relacionados al campo de la medicina, ingeniería, educación o ciencias sociales, por mencionar algunos cuantos.

Cuando el conocimiento cobra sentido

Ahora bien, teniendo en cuenta el amplio proceder de este tipo de textos y su importancia para las partes interesadas e integrantes de cada caso, se recomiendo que estos sean traducidos y debidamente interpretados por profesionales logrando de esta manera que el resultado sea de tan alta calidad como se espera de un documento que va a ser leído por una autoridad legal extranjera. Esta mención se hace con especial hincapié debido a que la jerga legal y terminología jurídica, que no son de uso coloquial, requieren de conocimientos previos, muy bien fundamentados, los cuales herramientas digitales como traductores o diccionarios por sí mismos no llegan a cumplir a cabalidad. Cabe resaltar por demás que cada país posee una jurisprudencia propia que si bien es cierto se ciñe a las nociones del derecho general, tampoco está exenta de particularidades que aluden a rasgos locales, culturales e idiosincráticos. Dicho esto, cualquier error o ambigüedad en la traducción puede tener consecuencias legales significativas, dando así dar lugar a malos entendidos o conflictos que en el mejor de los casos terminan por dilatar los procesos legales en curso. Por lo tanto, los traductores deben ser extremadamente cuidadosos al transmitir el significado exacto del texto original, manteniendo su intención y validez legal en el idioma de destino.

Aquí entramos en terrenos de tecnicismo, primero en materia de conocimiento de la lengua en cuestión. En un caso común como lo es la traducción de inglés a español o viceversa, las bases lingüísticas que componen el grueso del conocimiento de un traductor deben ser más que sobresalientes. ¿Y por qué es tan importante? Resulta que al ser idiomas de familias lingüísticas distintas (siendo el inglés una lengua germánica, y el español una lengua romance), no comparten las características necesarias o si quiera suficientes como para interpretar tan fácilmente lo que se pretende decir de una la lengua a la otra. Casos particulares son el uso de adjetivos posesivos, que en español son demasiado generales y reductivos mientras que el inglés es preciso al momento de identificar quien es dueño de algo en una oración. Otro fenómeno que, de no tener la competencia lingüística necesaria, podría generar grandes confusiones, es el pronombre implícito tan característico del español; fenómeno en el cual omitimos el pronombre de la oración, pues la conjugación de los verbos nos permite identificar de forma inmediata a quien se refiere la oración en sí misma. Así pues, intentar hacer uso del pronombre implícito en inglés, no solo sería un intento en vano sino que también produciría un efecto adverso que arruinaría el curso de la traducción y su sentido original.

El otro punto a tener en cuenta es el aspecto humano del traductor en el que juega un papel fundamental su conocimiento e interacción con el medio que le rodea. Esto es, saber que el contexto de un documento está supeditado a su ambiente más inmediato. Imaginemos, por ejemplo, un escenario en el que un colombiano y un mexicano intercambian correspondencia usando su léxico y forma habitual de expresarse. Al cabo de un tiempo, e incluso en este caso cuando hablamos la misma lengua, llegaremos al punto en que tengamos que indagar por nuestra cuenta o recurrir al interlocutor para comprender el significado de expresiones o palabras que en nuestra tierra no se usan de la misma manera o que en principio ni siquiera existen. Esto es un caso común en Latinoamérica donde teniendo más de 20 naciones en un mismo continente, la particularización del idioma español fue inevitable y empezamos poco a poco a crear nuestras propias versiones de la lengua. Y es por esto que un traductor consolidado debe conocer no solo su idioma, sino también las diversas expresiones y manifestaciones del mismo en una región tan rica como la nuestra. Si nuestra intención es traducir documentos legales, como es el caso de las declaraciones, el destinatario angloparlante debe comprender en su lengua la intención del argentino al decir “che”, el caluroso y amable sentido del “carnal” mexicano, o el aburrimiento detrás de un “fome” chileno, sin mencionar el sinfín de modismos con los que se cuentan acorde al territorio.

Además de la precisión y la coherencia, la traducción de documentos legales también se rige por principios éticos y de confidencialidad. Estos son documentos que suelen contener información sensible y confidencial de los clientes relacionados de modo alguno a sus estados emocionales, económicos y legales, los cuales deben ser manejados con suma responsabilidad por parte del traductor. Es así que los traductores profesionales están sujetos a códigos de conducta que garantizan el respeto de la privacidad y la confidencialidad de la información contenida en los documentos legales donde no podrán compartir datos pertinentes a ningún cliente fuera del ámbito de la empresa y el cargo que le compete. Más allá de las consecuencias legales que el quebrantar este principio básico del oficio pueda significar, debemos recordar que este es un servicio humano para humanos, y es precisamente la humanidad la característica última y preponderante que un traductor profesional debe llevar como estandarte en su mente al momento de plasmar cada palabra.

¿Y qué hay del tiempo?

Este es precisamente el punto definitivo de todo el proceso que explica la importancia del profesionalismo que se requiere al momento de realizar traducciones de documentos legales. Cuando se trata de cumplir con responsabilidades laborales de esta magnitud, los plazos de entrega desempeñan un papel fundamental en el éxito de cualquier proyecto o tarea de traducción. Ya sea que estemos trabajando en un proyecto individual o en equipo, grande o pequeño, cumplir con los plazos establecidos es esencial para mantener la eficiencia y la calidad en el trabajo al mismo tiempo que ayudamos a que nuestros clientes tengan certeza de la celeridad de sus procesos legales.

En primer lugar, los plazos de entrega proporcionan una estructura y un marco temporal para organizar el trabajo y su flujo tanto a nivel individual como colectivo. De este modo, establecer fechas límite claras y realistas ayuda a los empleados a priorizar tareas, planificar su tiempo y evitar la procrastinación, cosa que como el efecto dominó, permite que cada parte involucrada (incluyendo últimamente también al cliente) se vea satisfecha. Al tener un horizonte temporal claro, los traductores pueden desarrollar estrategias efectivas para completar las tareas de manera oportuna y eficiente. Esto a su vez mejora la productividad y ayuda a evitar la acumulación de trabajo, lo que puede resultar en estrés y una disminución en la calidad de los resultados.

Además, los plazos de entrega promueven la responsabilidad y la rendición de cuentas. Cuando se establece una fecha límite y realista para completar una traducción en particular, los traductores se ven abocados a cumplir con ella y asumir la responsabilidad de su trabajo con el sentido de pertenencia que debido. Aunado a esto, y sin rayar con la tiranía, saber que hay consecuencias por no cumplir con los plazos establecidos fomenta un sentido de urgencia y compromiso, lo que a su vez impulsa la productividad y la calidad del trabajo. Por otro lado, la falta de cumplimiento de los plazos más allá de afectar negativamente al traductor per se y al equipo de trabajo, termina lacerando al cliente que espera ver sus procesos legales llegar a una satisfactoria conclusión. Por esta razón, siempre lo mejor será tener un sentido del orden con respecto al tiempo para evitar cualquiera de los escenarios adversos que la falta del mismo pueda proponer.

Al final del día, y con todo lo ya mencionado, lo que más importa siempre va a ser el bienestar del cliente; esa persona que nos confía no solo sus documentos legales, sino también la historia detrás del papel. Por eso, este gran oficio aunque en principio pueda parecer uno más dentro de tantos, termina siendo más humano y cercano entre personas que buscan un mismo objetivo y es por eso que la importancia del profesionalismo de los traductores y sus productos finales terminan por ser ese paso extra en el camino que todos necesitamos en algún momento.

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